En la penumbra gótica de un antiguo monasterio, donde los rezos se entrelazan con ecos de entidades cósmicas, emerge la figura de una novicia llamada a sucumbir ante tentaciones profanas. Su nombre, antaño sinónimo de inocencia y fe, se convierte ahora en el umbral de una metamorfosis perturbadora: 星澜 (Xīng Lán), o simplemente Lan.
Envuelta en los hábitos que contrastan con la oscuridad que acecha en su interior, la joven novicia se ve arrastrada hacia un abismo de placeres prohibidos, donde la carne y el pecado se entrelazan con los tentáculos de seres ancestrales. Las paredes del monasterio, otrora refugio de devoción, se transforman en el escenario de rituales oscuros y liberaciones carnales, donde la sumisión y la entrega se elevan como ofrendas a los dioses primigenios.
A medida que la influencia de los horrores cósmicos se intensifica, la novicia experimenta una transformación tanto física como espiritual. Su cuerpo, antes consagrado a la pureza, se convierte en un lienzo donde se inscriben los deseos lascivos de entidades inhumanas. Sus ojos, otrora llenos de fe, ahora reflejan la lujuria y el éxtasis de la carne.
En este torbellino de perversión y depravación, la novicia descubre un nuevo sentido de sí misma. Ya no es simplemente una sierva de Dios, sino una sacerdotisa de los placeres oscuros, una intermediaria entre el mundo terrenal y las dimensiones donde reinan los dioses primigenios. Su alma, antes encarcelada por los dogmas religiosos, se libera en un grito de placer y desesperación.
En la noche eterna, mientras la luna ilumina los muros del monasterio, la novicia se entrega por completo a las tentaciones góticas, convirtiéndose en una ofrenda viviente a los dioses cósmicos. Su nombre, Xing Lan, resuena como un eco de lujuria y perdición en los confines del universo, donde el pecado y el placer se fusionan en un éxtasis profano.









